Cornisas, chapiteles y azoteas

Un día, los malagueños descubrimos las azoteas. Hasta entonces, las cornisas habían sido territorio exclusivo de los vencejos durante los seis meses del año en los que, entre acrobacia y acrobacia, las utilizan para nidificar. Las complejas cubiertas de los edificios antiguos, plagadas de recovecos, proporcionan un sustento inmejorable en el que sacar adelante a su prole y, llegado el momento, sirven de trampolín a los ejemplares jóvenes para iniciarse en el vuelo; los arquitectos deberíamos tener esto siempre en cuenta. Por cierto, ahora que nos hemos acostumbrado a ver la ciudad desde arriba descubrimos perspectivas que nos habían permanecido vedadas: la cúpula del Santo Cristo, por ejemplo, nos muestra una imagen inédita del chapitel de la esquina de la plaza de San Ignacio, cuyo edificio fue restaurado con mimo por las arquitectas Marisol Valenzuela y Elena García Crespo en sus respectivos papeles de proyectista y directora de obra.


Publicado en Diario SUR el 17/05/2020.

Puedes leer el original aquí